jueves, 27 de febrero de 2014

Moixet

Apareció una vez un gato negro.
Un pequeño felino de ojos grandes que escudriñan, con atención, la oscuridad del pueblo mallorquín.
Ojos que buscan algo distinto cada día.
Bigotes que huyen de la brisa marina, se esconden de la realidad encontrando la suya propia.
Pequeño gato, maullando débilmente bajo la luna.
Una sombra noctámbula que se transforma con cada movimiento, cada suspiro, cada mirada.
Y se acerca con cuidado, tanteando, olfateando el aire, si le llamas.
Podrías advertir que se siente como Firmin, absorbido en un mundo de palabras, escapando del silencio de la ignorancia.
Pero nunca llegarás a descubrirlo si no se deja. Y por eso, este es un gato especial.
El aura que le rodea no es más que el preludio de la fuga que contiene su corazón.
Corazón latiente, intenso, cuyo ruido es tan discreto que no rompe el silencio.
Pensamientos tan ordenados y naturales... protegidos en unos ojos grandes y oscuros.
Quién te tuviera en su morada, viéndote  jugar con tu ovillo de lana.
O acicalándote el pelo, preocupado por si te crece de la forma correcta.
Incluso, hacerte ronronear sería música, puede que la última cadencia de la fuga de tu alma inquieta.
Alma de poeta encerrada en tu cuerpecito, que sale al exterior y vuela de vez en cuando.
Lejos del pueblo mallorquín.
Libre.

martes, 25 de febrero de 2014

Azul

Ese azul que nos rodea.
Azul que se enamora del cielo. Cuando está alegre, es incluso más azul.
Si está realmente de buen humor, puedes ver su interior.
Admiras los corales, la inmensidad de los bancos de peces y hasta la transparencia de las medusas.
Los rayos que se cuelan entre las ondas, a veces entonando una sarabanda, otras una giga que baila vestida de blanco.
Y cuanto más alejas la vista, más azul se vuelve.
El azul, si su amor está llorando, se vuelve gris. Ya no le podemos llamar "azul" aunque sea el mismo.
El gris crece cuanto más llora su amante. Como si quisiera tocarlo. Como si quisiera calmar su dolor.
Si su amante grita y silba de rabia, el gris ruge, y nada puede calmar su pena.
Y sin embargo, cuando decide acostarse el Sol y la luna prefiere dormir con él, los dos amantes se funden.
Ahora de color negro perlado de estrellas.
En el silencio de la playa, el negro ríe, canta y susurra palabras de amor en la orilla.
El cielo a veces llora plata con tanta felicidad.
Para, horas después, amanecer azul de nuevo unidos con un orgasmo dorado y rojo.
Brillante e inmenso azul que nunca está contento si no es azul.
Misterioso negro que se nutre de su lejano amante. Cómplice es la costa.
Cómplices son los astros.
Cómplice es el azul de sus ojos perdidos en el horizonte.
Cómplice es el azul.
Solo azul.

domingo, 23 de febrero de 2014

No tiene sentido

No, la verdad es que no lo tiene.
Cuánto somos capaces de llorar los humanos, cuántos lagos podríamos crear solo con nuestras lágrimas.
Y al mismo tiempo, cuántas somos capaces de reprimir.
Porque no solo se llora con las lágrimas. Se llora con las palabras, con la música, con el arte.
Pero lo gracioso es la cantidad de cosas por las que una persona puede llorar. Y los peores llantos pasajeros, esos de adolescente tirando a adulto, son los que involucran a más de uno.
Porque cualquiera puede llorar por alguien, pero nadie llora por cualquiera.
Sí, llorar por otra persona es lo más ridículo que hay. Las personas vienen y van, nunca estarás quieto en el mismo sitio, unos te acogerán y otros te rechazarán.
Y yo ahora me quiero remitir a ti, amor de mi vida, como decía Freddie Mercury.
¿Qué te hizo cambiar, amor de mi vida? Nunca pensé que te alejarías tanto, aun teniéndote conmigo todos los días.
Sin darnos cuenta, atamos nuestros lazos para nunca soltarlos. Ni siquiera, a la hora de la verdad, fuimos capaces de cortarlos. O quemarlos. O siquiera aflojar el nudo.
Sin darme cuenta, hace ya tanto tiempo, grabaste tu nombre en mi corazón a fuego. Fue hermoso, hasta que quisiste borrarlo de un plumazo, dejando surcos sangrantes bajo los garabatos, tachones y palabras de amor y desamor que nunca desaparecerán.
Volviste, amor de mi vida, para tratar de ayudarme a alzar el vuelo, cuando tú mismo me disparaste en el ala mientras no miraba.
Al principio ni siquiera me quisiste explicar por qué ya no puedo volar. Como si no hubiera pasado nada, me intenté levantar... para caer por un acantilado, más grande, más profundo, más afilado.
No puedo más, me rindo; desciendes y, casi llorando, me curas. Me ayudas a ascender de nuevo. Y cuando lo logro, me ignoras, como si tu trabajo ya estuviera hecho.
Hoy, intento ser libre como el viento, sin mirar atrás. Me miras, me sonríes y me dices que te alegras. Veo lo feliz que eres. Veo tus ansias por grabar tu nombre en el corazón de otra persona.
Me trago las lágrimas. Mi pequeño orgullo me susurra: "No se merece que llores por él".
Ni siquiera sé si creerme tus palabras. No puedo creerlas, viendo cómo intentas volar con otro ángel, y ella contigo. Me siento como una observadora de tu vida, y no como integrante de ella.
Vuelves a mí, y lloras. Tu ángel vuela demasiado lejos y no se puede acercar. La adoras, la amas... más de lo que nunca me amaste a mí. Lo sé.
Ni siquiera te das cuenta de lo que me pasa. Ni siquiera soy capaz de contarte la verdad.
Yo me tengo que callar. Te consuelo, te intento hacer feliz, seco tus lágrimas, me vuelvo a tragar las mías, y veo cómo te desvives por ella, mientras que a mí me limpias con un pañuelo sin llegar a desinfectar la herida.
Me dices que soy la mejor.
¿La mejor?
¿Entonces por qué me disparaste?
¿Te ilusionaste? ¿Te dejaste llevar?
Amor de mi vida...me mentiste. Me dejaste retorcer en el suelo. Me dejaste caer.
¿Y ahora quieres que te ayude?
Lo peor es que no soy capaz de decirte que no. Me robaste el aliento, y aún estoy esperando a que me lo devuelvas.
Amor de mi vida... eres mi veneno, y al mismo tiempo mi antídoto.
Y por eso no tiene sentido.
Porque lloro por ti, y tú por mí no derramaste las lágrimas que inundan su nido.
Ven, llora conmigo.
Esto es lo único que puedo hacer.
Amor de mi vida.
Mi ángel.