domingo, 31 de agosto de 2014

Magia

Magia es tratar de no morderse las uñas en el trayecto, agarrarse al asiento delantero del bus en ese menester.
Es notar mariposas en el estómago mientras recorres el camino que queda a pie.
Al llegar, que te abra la puerta, te sonría y abra los brazos, mostrando el hueco que te tiene reservado.
Tratar de esconder tu rubor en su cuello, pero que te tome el rostro y te acerque para besarte.
Y luego acaricie tus caderas, tu espalda, tu cuello, tu pelo y susurre: "Qué guapa vienes hoy", sacándote una estúpida sonrisa.

Magia es pasear y que su mano busque tu cintura.
Que, al rato, tome la tuya y con la otra acaricie con las yemas tu piel, haciendo que se te erice el vello.
Que un contacto visual baste para que te robe un pequeño beso, seguido de una sonrisa.
Que cuando tus amigos se hagan notar, te abrace más todavía.
Que en la piscina, te acerque hacia él y te susurre un "te quiero".

Magia es despertar y descubrir su rostro a escasos centímetros del tuyo, plácido, con su mano en tu espalda como si te atrajese hacia sí mismo.
Hipnotizarte con su pausada respiración y no poder aguantar acariciar su mejilla.
Y al rato, que despierte, te mire con sus ojos verdes entornados y se tome su tiempo para explorar en los tuyos.
Mover la mano de tu espalda lentamente hasta tu pelo, reírse de tus reacciones hacia los cosquilleos.
Susurrar "tonta" y besar tus labios con la delicadeza de alguien que se toma su tiempo. Y no una, si no varias veces.
Y entre beso y beso, una sonrisa. Mágica.

miércoles, 26 de marzo de 2014

Sin destinatario

Querido Nadie:

Qué rabia no poder hacer otra cosa que escribirte. Ni siquiera sé si leerás algún día esta carta, pero en algún sitio tenía que soltar mi peso interior.

No te conozco, apenas un poquito que yo considero la punta del iceberg; no me conoces, ni siquiera aparentas interés. Ah, pero yo quiero indagar en ti, saciar mi curiosidad en ese mundo que escondes muy en tu interior, conocerte de verdad, y el que tú me conocieras me haría dichosa. Poder mirarte a los ojos sin miedo, o acercarme y saludarte para recibir una sonrisa, una simple sonrisa que me alegraría el día. 

Querido Nadie, no vacilo en mis palabras tanto como en mis gestos tímidos, por eso prefiero escribir. No vacilo si te digo que me inspiras y me fascinas. Siento que necesito dibujarte, trazarte con palabras escritas en una carta como esta; siento que escucharte es una serenata que disfruto hasta la última cadencia; y, además, siento que me reconforta cada conversación contigo como si fuera chocolate.

Me pregunto cómo será el tacto de tu pelo con mis dedos. El sabor de tus labios lentamente acompasados con los míos. Porque sí, te daría el beso más largo del mundo; me conformaría solo con eso, un lento beso plagado de caricias furtivas. O notar tu pupila clavada en la mía, beber de tu mirada como del único pozo del desierto...

Pero qué tonta soy, ¿no? Si nunca vas a leer esta carta. Y si la lees, nunca sabrás que eres tú mi querido Nadie. Una perla que no puedo recoger, está demasiado lejos. Es triste, porque a veces sueño que te encuentro en el fondo del mar y me susurras: "Te estaba esperando".

Por desgracia, las palabras no se expresan con valor si no llegan a su destinatario.
Atentamente,
una servidora.
Deambuladora de desiertos en busca del pozo, del fondo del mar en busca de la perla.

-La carta se arruga en las llamas de la chimenea y desaparece en un mar de cenizas-

sábado, 22 de marzo de 2014

Cualquier cosa

Ganas no me faltan de ser una simple flor.
Así, si paseas por el campo, quizá te detengas para observarme.
Puede que te acerques para olerme, y así yo poder besar tu rostro con mis pétalos.
O con ayuda de la brisa que los desprende de mi cuerpo.
Quisiera ser apenas esa leve corriente de aire que te rodea y te refresca.
Poder tocar tu piel levemente, sin miedo.
O susurrar en tu oído una melodía tranquilizadora.
Desprender el aroma de tu pelo y bailar con él.
A lo mejor... un pajarito no estaría mal.
Dedicarte una canción con mi canto y mis melodías.
Posarme en tu mano para picotear las migas de pan y sacarte una sonrisa con un gesto tan simple.
Hacerte compañía en tu paseo, quizá me hables de tus amores o me cuentes una historia.
No necesitaría ser más que un rayo de sol.
Para velar tu sueño sobre la hierba con mi calor e iluminar tu rostro para poder observarlo siquiera.
O un simple recuerdo en tu memoria, y así tener la oportunidad de estar realmente junto a ti.
Y averiguar qué escondes, qué me podrías tú decir.

martes, 11 de marzo de 2014

A flor de piel

Solo a mí se me ocurría llegar diez minutos antes que el tren. Cierto es que prefiero esperar a hacer esperar. Aquella ocasión también lo merecía, por supuesto no por mi aspecto. Iba vestida con unos simples vaqueros pirata, unas zapatillas y una camiseta de The Beatles blanca, prácticamente lo primero que encontré en el armario. Qué imbécil soy a veces, así es como NO se da una buena primera impresión.
Ocho minutos. Siete. Cinco. Dos... Las mariposas de mi estómago se desmayaban del agotamiento, el nudo de mi corazón se apretaba con fuerza y casi se me escapa un gemido de ansiedad al ver el tren esperado.
Apretando contra mi cuerpo la mochilita que siempre llevo encima, cuento las personas que salen del vagón más cercano. A medida que se vacía, mi labio se queja de dolor mientras lo muerdo, y grande es mi decepción cuando no le veo atravesar esa pequeña puerta que se cerraba. Nada más suspirar y aliviar los nervios, una voz me susurra en mi oído:
-Qué viaje más largo.
Me giré, llena de sorpresa, y le vi. Ahí estaba, a medio metro de mí, con su gran sonrisa, la piedra del mechero que prende el fuego de mi pecho; sus grandes ojos soñadores y su semblante alegre. Ni siquiera fui capaz de saludar. Simplemente extendí mi mano hacia su pelo, comprobando que era real al enredarlo en mis dedos; deslizarlos por su mejilla y descender al cuello, alimentándome de su tono de piel y del tacto de la misma.
Yo no soy capaz de mirarle a los ojos durante mucho tiempo, y más por miedo que por atrevimiento, tomé sus manos y las enredé por mi propio pelo. Soltó una risa, mientras lo acariciaba y me acercaba hacia él lentamente. Ahora sí, rodeé su cuello con los brazos, escondí mi cara en el hueco de su hombro, sucumbí en su aroma y susurré:
-Por fin te he encontrado

martes, 4 de marzo de 2014

Memorias

Te presento a mi cerebro.
Ese desconocido que vive dentro de mi cabeza.
Que me da la vida y puede darme la muerte, si así lo desea.
Que me enseña lo frágil que soy. 
Mi cerebro aprende por mí. Gracias a él, soy lo que soy.
Puedo ser lo que yo quiera cada día del año, y cada año, lo que sueño ser cada día.
Somos, además, la máquina perfecta.
Cada vez que me falta algo, mi cerebro me lo dice.
Y, también, es capaz de crear un vínculo simbiótico con mi corazón para amar u odiar.
Para anhelar siquiera un abrazo, una palabra, un beso, una caricia.
Mi cerebro sabe lo que me conviene en cada momento.
"Cuidado con el fuego, que quema".
Es como nuestra madre eterna.
También almacena nuestros grandes momentos en la vida.
Aquella vez que se te cayó tu primer diente.
La sonrisa de tu mejor amiga.
Los resultados inesperados de un control.
La voz de esa persona tan especial, susurrando un "te quiero" electrizante en tu oído.
El tacto de sus labios contra los tuyos.
Los planes de toda una vida, los nombres de todos tus hijos, y nietos, y amigos de todos ellos.
Pero el cerebro sabe perfectamente que, algún triste día, se debilitará y olvidará.
Olvidarás el nombre de la chica tan guapa que te cambia la ropa.
De dónde eres, dónde vives, a qué te dedicas.
De forma inminente, sin planearlo siquiera, olvidarás hasta quién eres.
Qué haces y por qué.
...
¿De qué estábamos hablando?
Y dime... ¿quién eres tú?

jueves, 27 de febrero de 2014

Moixet

Apareció una vez un gato negro.
Un pequeño felino de ojos grandes que escudriñan, con atención, la oscuridad del pueblo mallorquín.
Ojos que buscan algo distinto cada día.
Bigotes que huyen de la brisa marina, se esconden de la realidad encontrando la suya propia.
Pequeño gato, maullando débilmente bajo la luna.
Una sombra noctámbula que se transforma con cada movimiento, cada suspiro, cada mirada.
Y se acerca con cuidado, tanteando, olfateando el aire, si le llamas.
Podrías advertir que se siente como Firmin, absorbido en un mundo de palabras, escapando del silencio de la ignorancia.
Pero nunca llegarás a descubrirlo si no se deja. Y por eso, este es un gato especial.
El aura que le rodea no es más que el preludio de la fuga que contiene su corazón.
Corazón latiente, intenso, cuyo ruido es tan discreto que no rompe el silencio.
Pensamientos tan ordenados y naturales... protegidos en unos ojos grandes y oscuros.
Quién te tuviera en su morada, viéndote  jugar con tu ovillo de lana.
O acicalándote el pelo, preocupado por si te crece de la forma correcta.
Incluso, hacerte ronronear sería música, puede que la última cadencia de la fuga de tu alma inquieta.
Alma de poeta encerrada en tu cuerpecito, que sale al exterior y vuela de vez en cuando.
Lejos del pueblo mallorquín.
Libre.

martes, 25 de febrero de 2014

Azul

Ese azul que nos rodea.
Azul que se enamora del cielo. Cuando está alegre, es incluso más azul.
Si está realmente de buen humor, puedes ver su interior.
Admiras los corales, la inmensidad de los bancos de peces y hasta la transparencia de las medusas.
Los rayos que se cuelan entre las ondas, a veces entonando una sarabanda, otras una giga que baila vestida de blanco.
Y cuanto más alejas la vista, más azul se vuelve.
El azul, si su amor está llorando, se vuelve gris. Ya no le podemos llamar "azul" aunque sea el mismo.
El gris crece cuanto más llora su amante. Como si quisiera tocarlo. Como si quisiera calmar su dolor.
Si su amante grita y silba de rabia, el gris ruge, y nada puede calmar su pena.
Y sin embargo, cuando decide acostarse el Sol y la luna prefiere dormir con él, los dos amantes se funden.
Ahora de color negro perlado de estrellas.
En el silencio de la playa, el negro ríe, canta y susurra palabras de amor en la orilla.
El cielo a veces llora plata con tanta felicidad.
Para, horas después, amanecer azul de nuevo unidos con un orgasmo dorado y rojo.
Brillante e inmenso azul que nunca está contento si no es azul.
Misterioso negro que se nutre de su lejano amante. Cómplice es la costa.
Cómplices son los astros.
Cómplice es el azul de sus ojos perdidos en el horizonte.
Cómplice es el azul.
Solo azul.

domingo, 23 de febrero de 2014

No tiene sentido

No, la verdad es que no lo tiene.
Cuánto somos capaces de llorar los humanos, cuántos lagos podríamos crear solo con nuestras lágrimas.
Y al mismo tiempo, cuántas somos capaces de reprimir.
Porque no solo se llora con las lágrimas. Se llora con las palabras, con la música, con el arte.
Pero lo gracioso es la cantidad de cosas por las que una persona puede llorar. Y los peores llantos pasajeros, esos de adolescente tirando a adulto, son los que involucran a más de uno.
Porque cualquiera puede llorar por alguien, pero nadie llora por cualquiera.
Sí, llorar por otra persona es lo más ridículo que hay. Las personas vienen y van, nunca estarás quieto en el mismo sitio, unos te acogerán y otros te rechazarán.
Y yo ahora me quiero remitir a ti, amor de mi vida, como decía Freddie Mercury.
¿Qué te hizo cambiar, amor de mi vida? Nunca pensé que te alejarías tanto, aun teniéndote conmigo todos los días.
Sin darnos cuenta, atamos nuestros lazos para nunca soltarlos. Ni siquiera, a la hora de la verdad, fuimos capaces de cortarlos. O quemarlos. O siquiera aflojar el nudo.
Sin darme cuenta, hace ya tanto tiempo, grabaste tu nombre en mi corazón a fuego. Fue hermoso, hasta que quisiste borrarlo de un plumazo, dejando surcos sangrantes bajo los garabatos, tachones y palabras de amor y desamor que nunca desaparecerán.
Volviste, amor de mi vida, para tratar de ayudarme a alzar el vuelo, cuando tú mismo me disparaste en el ala mientras no miraba.
Al principio ni siquiera me quisiste explicar por qué ya no puedo volar. Como si no hubiera pasado nada, me intenté levantar... para caer por un acantilado, más grande, más profundo, más afilado.
No puedo más, me rindo; desciendes y, casi llorando, me curas. Me ayudas a ascender de nuevo. Y cuando lo logro, me ignoras, como si tu trabajo ya estuviera hecho.
Hoy, intento ser libre como el viento, sin mirar atrás. Me miras, me sonríes y me dices que te alegras. Veo lo feliz que eres. Veo tus ansias por grabar tu nombre en el corazón de otra persona.
Me trago las lágrimas. Mi pequeño orgullo me susurra: "No se merece que llores por él".
Ni siquiera sé si creerme tus palabras. No puedo creerlas, viendo cómo intentas volar con otro ángel, y ella contigo. Me siento como una observadora de tu vida, y no como integrante de ella.
Vuelves a mí, y lloras. Tu ángel vuela demasiado lejos y no se puede acercar. La adoras, la amas... más de lo que nunca me amaste a mí. Lo sé.
Ni siquiera te das cuenta de lo que me pasa. Ni siquiera soy capaz de contarte la verdad.
Yo me tengo que callar. Te consuelo, te intento hacer feliz, seco tus lágrimas, me vuelvo a tragar las mías, y veo cómo te desvives por ella, mientras que a mí me limpias con un pañuelo sin llegar a desinfectar la herida.
Me dices que soy la mejor.
¿La mejor?
¿Entonces por qué me disparaste?
¿Te ilusionaste? ¿Te dejaste llevar?
Amor de mi vida...me mentiste. Me dejaste retorcer en el suelo. Me dejaste caer.
¿Y ahora quieres que te ayude?
Lo peor es que no soy capaz de decirte que no. Me robaste el aliento, y aún estoy esperando a que me lo devuelvas.
Amor de mi vida... eres mi veneno, y al mismo tiempo mi antídoto.
Y por eso no tiene sentido.
Porque lloro por ti, y tú por mí no derramaste las lágrimas que inundan su nido.
Ven, llora conmigo.
Esto es lo único que puedo hacer.
Amor de mi vida.
Mi ángel.